El ambiente cálido, acogedor y
seguro que necesita el niño de educación infantil en el aula y en la casa no se
opone a la existencia de unas normas y a la presencia de unos retos y exigencias.
Éstas deberán estar adaptadas a las posibilidades del niño, ser consistentes,
inmediatas y sobre todo, no excesivas.
Pero ¿qué ocurre si las normas se presentan como algo aislado? Que finalmente no se llegará al aprendizaje de las mismas. Para que una norma sea efectiva debe ir seguida de una consecuencia positiva o negativa. Un ejemplo de consecuencia positiva puede ser el reforzamiento verbal o cualquier premio (no material preferentemente). Por ejemplo, imaginemos que el niño o niña ha terminado de comer y ha recogido su plato. Una consecuencia positiva de ello es el recordar lo bien que lo ha hecho o dejarle jugar más rato con aquello que le guste. Por el contrario, imaginemos que el niño termina de comer y se va corriendo sin recoger sus cosas. En este caso debemos buscar una consecuencia negativa inmediata (no jugará con ese juguete que tanto le gusta y que está deseando coger en ese momento, o no se le prestará atención hasta que no recoja su plato).
Será fundamental mantenernos firmes
en las consecuencias. Si le hemos prometido ir a visitar a sus primos por lo
bien que se ha portado no podemos incumplir esa promesa. Si le hemos avisado de
no recoger su plato hasta que él o ella no lo haya hecho no podemos echarnos
atrás y finalmente recogerlo nosotros. Lo fundamental para que una norma se
lleve a cabo es la constancia y la no variación de la misma. Pero, ¿sabéis dónde está realmente la dificultad para los docentes y los padres a
estas edades? En buscar consecuencias positivas y negativas viables y realistas.
Por ejemplo, si un niño rompe un juguete no podemos “castigarle” con “no jugar
nunca más con sus juguetes” porque sabemos que no es una consecuencia negativa
real, es algo imposible de llevar a cabo. Lo sabemos nosotros y lo saben ellos
también. Debemos buscar una consecuencia más pequeña e inmediata que sí podamos
hacer efectiva como: - no vas a hacer nada más hasta que no arregles ese
juguete y sólo vas a jugar hoy con él ya que aún no sabes cuidarlos.
A veces, los adultos caemos en el
error de esperar que los pequeños cumplan una norma sin pararnos a pensar si
realmente conocen o no lo que deben hacer. No podemos exigir el cumplimiento de algo
que no se ha explicado. Por ejemplo, no puedo reprochar a un niño o niña que no
ha recogido los juguetes adecuadamente si previamente no le he enseñado cómo se
recogen y dónde se han de guardar. Una vez enseñado cómo se
ha de hacer, podemos evaluar si lo está realizando correctamente o no y sólo
entonces, aplicar la consecuencia más conveniente.
Todo esto forma parte de la difícil
tarea de educar en la que padres y maestros intentamos siempre hacerlo lo mejor
posible probando una y mil veces nuevas estrategias, quedándonos con las que
nos funcionan y eliminando las anteriores. Somos los RESPONSABLES de crear las
bases fundamentales como persona de nuestros niños y debemos poner todo nuestro
empeño y esfuerzo en ello. Y por supuesto teniendo siempre muy claro que el
cariño, los abrazos, los besos…son totalmente compatibles con los límites y las
normas. Son dos pesos que deben equilibrarse en la BALANZA para concluir al
adecuado desarrollo social y afectivo del niño o niña.
Bueno, y ahora… ¿queréis saber cuáles
son nuestras normas de clase?
Cada mañana las repasamos en la
asamblea y recordamos qué consecuencias tiene el cumplirlas o no, las
dramatizamos, escuchamos cuentos sobre ellas, canciones…Una de las cosas que
más nos gusta respecto a las normas es ver un vídeo sobre unos niños y un profe que también están aprendiendo las normas. Aquí lo dejo para que
podáis verlo en casa toda la familia. ¡Espero que os guste!
No hay comentarios:
Publicar un comentario